Las treinta y nueve mil toneladas de basuras que a diario producen los colombianos se convertirán en un gran problema ambiental a la vuelta de diez años. Para que no suceda se necesita de una cultura del reciclaje, que reduzca la cantidad de desperdicios que terminan en los rellenos sanitarios o en las calles.

Tras décadas de insistir en que clasificar y reutilizar la basura es la única manera en que el Planeta no termine ahogado y más contaminado, Colombia apenas ha hecho tímidos esfuerzos en ese sentido. Mientras en países con mayor conciencia ecológica como Alemania o Austria la taza de reciclaje llega al 63%, en el nuestro el promedio si acaso alcanza un 17%.
Esa cifra es mínima y en nada ayuda a reducir el déficit de lugares adecuados para la disposición final de los desechos en el territorio nacional o a menguar los factores que afectan al medio ambiente. Aquí no se hacen los esfuerzos necesarios para educar a la población en un manejo adecuado de sus desperdicios, ni se incentiva el desarrollo de la industria del reciclaje. Pocos colombianos son conscientes de que la mayor parte del material que botan tiene un segundo uso.

Reciclar es sobre todo una decisión personal, por eso hay que empezar por enseñarles a los colombianos cómo se hace, qué importancia tiene y el efecto adverso de no actuar. Si el 70% de las 14 millones de toneladas de basura que produce cada año Colombia son residuos orgánicos, que podrían convertirse en biomasa para generación de energía, ¿se justifica no clasificarlos y darles un uso adecuado? La pregunta puede adaptarse a la basura plástica o a los escombros.
Hasta hace poco la gran preocupación era el depósito de desechos a cielo abierto sin los debidos controles. Dentro de diez años el problema será que no habrá dónde botarlos. Eso significa que el país estará más expuesto a la contaminación, habrá más emanación de gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono o el metano y el daño ambiental será incalculable. Todo porque Colombia es ajena a la cultura del reciclaje y el Estado poco ha hecho para incentivarla.
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El País Cali